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ESTUDIO BIBLICO

Dios se hizo hombre

Fue escrito por Juan, unos 40 años después de la resurrección de Cristo. Juan era un pescador profesional, que se convirtió en apóstol de Jesucristo. Recibió el llamado del Señor, mientras reparaba las redes. Para Juan, el evangelio, es una nueva creación.

En esta página

Cuatro relatos, un evangelio

Lectura: "Dios se hizo hombre".

Juan 1:14

  1. En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 
  2. Este era en el principio con el Dios. 
  3. Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho. 
  4. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 
  5. Y la luz en las tinieblas resplandece; y las tinieblas no la pudieron tomar.
  6. Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. 
  7. Este vino por testimonio, para que diera testimonio de la luz, para que todos creyeran por él.
  8. Él no era la luz, sino para que diera testimonio de la luz.
  9. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre venía a este mundo. 
  10. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él; y el mundo no le conoció. 
  11. A lo que era suyo vino, y los suyos no le recibieron. 
  12. Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su Nombre; 
  13. los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
  14. Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros; (y vimos su gloria,) gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 

Apuntes del maestro

Observaciones y datos valiosos.

Fue escrito por Juan, unos 40 años después de la resurrección de Cristo.

Este relato (libro o tratado) del evangelio fue escrito por Juan, antes del 70 d.C. Esto lo sabemos, porque en su relato no hace ninguna mención de la destrucción del Templo y la ciudad de Jerusalén, que fue en el año 70 d.C. por mano del general romano y más tarde emperador, Tito.
Juan era un pescador profesional, que se convirtió en apóstol de Jesucristo.

Juan era hijo de Zebedeo, el dueño de una empresa pesquera, y hermano menor de Jacobo (Jacobo el Mayor, conocido también como Santiago).

Según la tradición antigua, su madre era Salomé, la hermana de María, madre de Jesús. Esto significa que Salomé era la tía de Jesús, y por lo tanto, sus hijos Juan y Santiago eran primos de Jesús.

Juan primero fue discípulo de Juan el Bautista, y cuando su maestro señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que venía a quitar el pecado del mundo" (Juan 1:29), no lo dudó y fue a hablar con Jesús, con quien pasó el resto del día.

Posteriormente se convirtió en uno de sus discípulos más apegados al Señor.

Juan recibió el llamado de Jesucristo, mientras reparaba las redes.

Zebedeo y sus hijos pescaban en el mar de Galilea, cuando Jesús se acercó y llamó a Pedro, a Andrés y a los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, quienes llegaron también a ser apóstoles de Jesucristo.

Jesús, con su particular humor, se refería cariñosamente a los hijos de Zebedeo como "los Boanerges", que significa "hijos del trueno", porque una vez le pidieron si podían invocar fuego del cielo sobre los samaritanos que no querían hospedarlos, lo que le causó mucha gracia a Jesús (Lucas 9:51-56).

La biblia dice que los "reprendió", pero no como un fariseo enojado, sino en el contexto de un padre hablando con sus hijos por decir algo tan inesperado para todos.

Por eso les puso ese apodo permanente, no para humillarlos ante los demás, sino para recordar en forma sutil esa escena tan memorable para el grupo de discípulos, que por ser tan jóvenes, era de esperar ese tipo de exabruptos. Jesús los amaba así como eran, y las Escrituras dicen que los amó hasta el fin (Juan 13:1).

Audioapunte, por Alex Valdovinos
Transcripción del audioapunte

Para Juan, el evangelio no es una filosofía de vida, ni una religión, es una nueva creación.

Juan, inspirado por el Espíritu Santo, comienza el relato de su evangelio declarando que "en el principio era el Verbo". Antes de comenzar la creación, el Verbo ya existía. Estaba presente desde el principio, porque siempre existió y siempre estuvo allí. El Verbo es eterno.

Seguidamente, declara "y el Verbo estaba con Dios". Si el verbo es eterno, y estaba con Dios, que es eterno, entonces el Verbo ha estado con Dios eternamente.

En griego, la palabra "PROS", que en español se traduce "con", es una preposición que implica "una interacción y reciprocidad, en la que se comparte una misma meta o destino", revelando así, que el Verbo no es un concepto filosófico, sino un ser viviente, que de eternidad a eternidad permanece en comunión "con Dios".

Finalmente, Juan revela la identidad del Verbo, proclamando "y el verbo era Dios".

La palabra griega "EIMÍ", que en español se traduce "era", no implica algo del pasado, sino un eterno presente. Significa literalmente "Ser", y comunica la idea de una auto existencia, más allá del límite del tiempo y del espacio.

Resumiendo, Juan está diciendo que el Verbo es eterno, está con Dios, y es Dios.

Es interesante que tras revelar la identidad del Verbo, y sabiendo que ahora el lector tiene pleno conocimiento de Quién es, lo presenta en el versículo dos, diciendo:

"Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho". (Juan 1:2-3).

Esta sola revelación, deja el alma del lector iluminada como el rostro de Moisés cuando descendió del monte Sinaí, luego de hablar con Dios (Éxodo 34:29).

Pero Juan no se detiene aquí, es solo su introducción. Ahora se prepara para anunciar la verdad, en una dimensión nunca antes vista ni escuchada por el pueblo de Israel.

Juan utiliza el mismo formato que Moisés utilizó al escribir la introducción de Génesis, su primer libro inspirado por Dios, que significa "En el principio".

Todos los judíos y prosélitos de su época conocían muy bien las Escrituras Sagradas, porque las estudiaban diariamente y recitaban los pasajes de memoria desde su niñez.

Génesis relata que "en el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis:1:1). Dios, por la palabra de su poder, hace surgir su nueva creación de la nada, a pesar de la oscuridad y del caos imperante que reinaba alrededor.

En el capítulo uno de Génesis, leemos que "la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas". (Génesis 1:2).

De igual manera, Juan anuncia el evangelio: la buena noticia de la nueva creación del hombre, por la voluntad de Dios, a pesar de la oscuridad y el caos imperante del pecado, la enfermedad, y la muerte que reina sobre la tierra.

En el versículo tres del libro de Génesis, encontramos un momento sublime:

"Y dijo Dios, 'sea la luz'. Y hubo luz". (Génesis 1:3).

Nota que no se refiere a la luz del sol, ni de la luna ni de las estrellas, porque los astros luminosos que iluminarían durante el día y la noche, no fueron creados sino hasta el cuarto día (Génesis 1:14-19).

Esta luz es de otro tipo, distinta, hermosa, divina, que no solo ilumina, sino que establece el inicio de la vida, el comienzo de todas las cosas, el principio de una nueva creación.

Durante los primeros tres días, la densa oscuridad del abismo fue iluminada por la luz de la vida de Dios y el caos reorganizado perfectamente por el poder de su palabra.

El Verbo, que es la palabra de Dios en acción, hizo que todas estas cosas sucedieran al ritmo de su voz. El Verbo creó todas las cosas, porque estaba con Dios y era Dios.

Mientras Juan meditaba en todo esto, es inspirado por el Espíritu Santo, y escribe:

"En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres" (Juan 1:4).

Esta misma luz de vida es la que iluminará la Nueva Jerusalén, tal como está escrito en el libro de Apocalipsis, en el cual, el mismo Juan, declaró diciendo:

"La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera". (Apocalipsis 21:23).

De modo que la luz del Verbo de Dios nos ilumina al principio de la nueva creación, en el libro de Génesis; en el centro de la nueva creación, en los relatos del Evangelio, y al final de la nueva creación, cuando tengamos nuevo cielo y una nueva tierra (Apocalipsis 21:1).

Juan, continúa su relato, diciendo: "La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella", haciendo una clara alusión a Génesis 1: 2-3.

¡La oscuridad del abismo, por más densa que sea, no puede prevalecer ni ante una chispa de esta luz! El evangelio, es la victoria final de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte, como el mismo Pablo expresó en sus cartas:

"¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15:55).

Para Juan, el evangelio no es una filosofía, ni consiste en una lista de principios y valores para alcanzar el éxito. Mucho menos una religión. Para Juan, el evangelio es la buena noticia de una nueva creación de Dios.

Como también Pablo lo confirma, diciendo:

"Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación". (Gálatas 6:15).

Esta nueva creación, está disponible por gracia, para iluminar con la vida del Verbo de Dios a todos los hombres de la tierra que oigan y obedezcan al evangelio.

Pero hay más, mucho más. Juan apenas está "calentando los motores". Bajo la continua inspiración del Espíritu Santo, comienza a desenvolver delante de nosotros este regalo del amor de Dios para toda la humanidad.

A partir del versículo seis, comienza una segunda introducción, haciendo referencia a Juan el Bautista, quien fue enviado por Dios, en cumplimiento de la profecía dicha por Isaías, unos ochocientos años a.C., que dice así:

"Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas" (Isaías 40:3).

Juan el Bautista vino como testigo, para anunciar de parte de Dios, una buena noticia que le fue entregada directamente del cielo: "Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo" (Juan 1:9).

En otras palabras, aquella luz verdadera que iluminaba la creación desde el principio, mucho antes que existiese el sol, la luna y las estrellas, y que tiene el poder de alumbrar con la vida eterna de Dios a todo hombre, estaba por llegar a este mundo.

¡Esta es la buena noticia que Dios nos ha dado, cualquier otra noticia, es otro evangelio!

Y aunque para algunos de aquella época –o en la nuestra–, esta buena noticia no signifique nada, Juan en solo dos líneas, anuncia el mensaje más grande que jamás hombre alguno ha oído:

"Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados por sangre o por la voluntad del hombre, sino de Dios". (Juan 1:13).

Esta es la nueva creación, ser engendrados de nuevo, por el poder de Dios (Juan 3:3).

Y continúa diciendo:

"Y aquel Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como la del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad". (Juan 1:14).

Este es el evangelio de Juan, y el nuestro también. Es la buena noticia de poder ser recreados nuevamente por la voluntad de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, el Verbo de Dios, el cual siendo Dios, se hizo hombre, y habitó entre nosotros.

Este es el verdadero evangelio, no hay otro.

Alex Valdovinos,
© Copyright 2024, Visión Joven.

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