Esta meditación la escribió un médico del Ecuador que asistía a nuestra iglesia Catedral Cristiana, en Buenos Aires. Expresa la candidez de los años 90, pero la verdad bíblica que presenta, resiste el paso del tiempo.
Entre algunas de las lecciones para elevarnos por encima del desaliento, está la de aprender a ser herido.
A menos que aprendamos esto, participaremos en la murmuración y amargura generales que forman parte de la mayoría de la vida de las iglesias.
¡Alguna gente no tiene otra cosa que tu nombre o tu persona "asada" para la comida del domingo!
No puedes esperar que serás eficaz en el servicio del Señor si vas por ahí el resto de tu vida con le carga de las heridas que se te han infligido o que has recibido.
El recibir heridas forma parte de la vida en este planeta, y el perdonar es absolutamente necesario. Si eres sincero contigo mismo, reconocerás que casi con toda seguridad, hay alguien contra el que sientes ira, amargura, y ese alguien es probablemente un cristiano.
Primeros auxilios para una emergencia espiritual
Guarda la calma. "Estad quietos y conoced que yo soy Dios". El correr de un lado para el otro con el fin de corregir el agravio causa por lo general mas daño todavía.
Aplicar a la herida la presión directa de la comprensión. ¿Qué causó el incidente? ¿Hubieras podido prevenirlo? ¿Cómo se siente la parte ofensora? ¿Y qué si las cosas fueran e le inversa?
Lava a fondo la herida. Lava la herida a fondo con bondad para quitar de ella toda dureza y deseo de venganza.
Protégete de las infecciones. Cubre generosamente con el ungüento del amor, eso te protegerá de infecciones de resentimiento y amargura.
Venda la herida con perdón. Esto la mantendrá fuera de la vista hasta que esté curada.
No quites la costra. Al sacar a relucir el tema, abrirá la herida de nuevo. Todavía existen graves peligros de infección, los cuales podrían ser fatales espiritualmente.
Cuidado con la autocompasión lastimera y quisquillosa. A esto se la llama e menudo "dolores de separación", ya que su síntoma es el separarse de la gente, especialmente del que causó el agravio; su remedio es aceptar las disculpas.
Receta: Torna varias veces al día una dosis generosa de antibióticos de la Palabra de Dios, y utiliza la oración cada vez que lo hagas. Esto tiene un efecto sedante y es un buen analgésico.
Permanece en contacto con el Gran Médico en todo momento. Cuenta con su fuerza, su gozo, y su paz, para ayudarte durante tu convalescencia.
La recuperación. Se alcanza la recuperación total, cuando el paciente es restaurado a una comunión y armonía completa, especialmente con la parte ofensora.
Dr. Julio Zambrano, Catedral Cristiana, Buenos Ares, Argentina (Octubre, 1989).
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